Era el 23 de noviembre de 1976. Mis hermanos y yo teníamos diez, ocho (yo), seis y cuatro años.
Esa mañana nos levantamos temprano, pero pronto me di cuenta de que no era una mañana como las demás.
Nuestro dormitorio estaba al final del pasillo, y cuando nos vestimos y andamos por él, antes de llegar a la salida, vi a mi tío Miguel, que nos lanzó una rápida mirada.Esa mañana nos levantamos temprano, pero pronto me di cuenta de que no era una mañana como las demás.