la cosa está malamente

la cosa está malamente

06 diciembre 2016

Hace 40 años

Era el 23 de noviembre de 1976.  Mis hermanos y yo teníamos diez, ocho (yo), seis y cuatro años.

Esa mañana  nos levantamos temprano, pero pronto me di cuenta de que no era una mañana como las demás.
Nuestro dormitorio estaba al final del pasillo, y cuando nos vestimos y andamos por él, antes de llegar a la salida, vi a mi tío Miguel, que nos lanzó una rápida mirada.

Él y algún otro adulto nos dirigió a la puerta. El dormitorio de mis padres estaba cerrado, y pude ver parte de su cama desmontada y algunas piezas en el suelo.

Para nuestra sorpresa no fuimos al colegio sino al pueblo de mi padre, Tejina, al norte de Tenerife, y nos estuvieron entreteniendo de acá para allá. 

Recuerdo estar en el coche de mi prima, (que entonces sería bastante joven), camino de Bajamar. Un SEAT 127 amarillo con tapicería de terciopelo marrón.  Y nosotros riéndonos y moviéndonos a nuestro antojo en su interior, (entonces no había cinturones de seguridad en la parte trasera de los automóviles, y ni siquiera era obligatorio ponérselo en los delanteros). Mientras duró el sol fue un día de muchas risas.

Al caer la tarde volvimos al pueblo. Y recuerdo ir a casa de mi tía Manuela, ( que para nosotros era como una abuela), y entrar en la sala. 

Miré a la izquierda y vi a un montón de mujeres vestidas de negro, y al frente, mi madre, también de negro, sentada en un sillón flanqueada por dos de mis tías. Me hizo un gesto para que me acercara.

Tenía un pañuelo en una mano y una expresión extraña. Cuando estuve con ella, me metió la camisa dentro del pantalón, que se me había salido de estar correteando por ahí.

Algo después, ya de noche, el marido de otra prima me llevó a la plaza del pueblo (supongo que repitió la operación con al menos, el mayor de mis hermanos), y allí con una sonrisa en el rostro y mucha delicadeza, me explicó que mi padre se había ido al cielo. 

Miré hacia arriba, hacia el oscuro firmamento y me lo imaginé sentado en una nube. Y entonces lloré como lo que era, un niño que acabada de perder a su padre.


3 comentarios:

  1. Muy bonito y conmovedor tu relato, Adolfo. Un fuerte abrazo, amigo.

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  2. Gracias Nico. Un abrazo para ti, también.

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  3. Alguna vez me lo contaste pero aquí lo he sentido como si yo también fuese un niño.

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Agradecería mucho que hicieras comentarios con toda libertad. Me encantaría aprender de otros puntos de vista.