la cosa está malamente

la cosa está malamente

07 octubre 2016

Un día como otro cualquiera



Me levanto con energía. Es una mañana luminosa. Mi hermosa pareja se despierta con una gran sonrisa. En ambos no hay rastro de sueño ni tenemos la cara hinchada. Hasta nos sienta bien estar ligeramente despeinados.

Me afeito con placer con una maquinilla que me deja perfecto, y entre risas, nos lavamos los dientes y nos pasamos un fantástico colutorio.


No se los he dicho, pero pese a que aún no he cumplido los 30, vivo en un amplio chalé, con lo que voy a mi enorme cocina en cuyo suelo se refleja mi traje a medida, y ya me esperan mis preciosos hijos a los que apenas ayudo a desayunar sus galletas con forma de animales. Mientras los miro, leo tranquilamente el periódico.


Imagen relacionadaSalimos (sin recoger nada, obviamente), y nos subimos a mi nuevo coche familiar aparcado en un lateral del jardín mientras mis perros juguetean a nuestro alrededor. Vehículo que es la envidia de mi vecino de al lado, al que le salta sorpresivamente el aspersor hasta dejarlo empapado.

Atravesamos sin dificultad carreteras y calles desiertas. Voy a mi trabajo y entro en mi amplio despacho acristalado donde mi atractiva secretaria me deja unos papeles que no voy a leer. Cojo mi taza del mejor café, que saboreo con delectación mientras me recuesto en la silla.

A continuación estoy en una sala de juntas donde señalo con seguridad unas gráficas, mientras mis elegantes jefes me miran con admiración, y de paso, al blanco inmaculado del puño de mi camisa.

Resultado de imagen de executive presentationYa está bien de trabajo. Con un par de amigos me dirijo al club de tenis. Tras el partido y sin una gota de sudor, me tomo un refresco diferente, que me hace sentirme especial.

Me ducho en el vestuario con el mejor champú para el cuidado de mi cabello, y rocío mi musculado torso con un desodorante de fragancia a riachuelo montañés, cuyo único inconveniente es la molesta circunstancia de que provoca el encendido deseo de cuantas mujeres entran en su radio de acción. !Qué le vamos a hacer!, !Todo sea por su efecto 24 horas y que no manche mi camisa comprada con hasta un 50% de descuento!.

Como en mi caso, la sofisticación no está reñida con la sencillez, almuerzo un barato y riquísimo menú de comida rápida. Después pido un préstamo que no necesito a una financiera, sólo por el placer de comprobar que mi amable interlocutor me lo concede en cuestión de segundos.

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Al caer la tarde, y sin rastro de cansancio, me subo a mi coche sport-gti nuevo, y hago rugir su motor como el tigre que soy. Me ha salido barba de dos días que me da un aspecto salvaje y masculino, cosa que sabe apreciar mi guapísima acompañante, que me mira con una mezcla de concupiscencia y sumisión.
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Vuelvo a circular por las desiertas calles cuyas luces no hacen sino resaltar las hermosas líneas de mi vehículo y llego a un bullicioso bar repleto de personas como yo, todos jóvenes atractivos y amiguísimos míos, y nos reímos sin parar mientras recordamos esas vacaciones en las que fuimos en una furgoneta Volkswagen con nuestras gafas de sol de colección y los bañadores de temporada a hacer surf en una playa para nosotros solos.

Vuelvo a casa a acostarme en mi mullido colchón exclusivo, y con un pijama que resalta mi hercúlea figura. No puedo evitar descansar con una sonrisa de satisfacción. La satisfacción que proporciona vivir en un mundo sin vejez, alopecia, varices, sobrepeso, atascos ni problemas. La de vivir en los anuncios.



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5 comentarios:

  1. Joder, Adolfo, te dije muy clarito que no quería que divulgases detalles de mi vida, y tú vas y lo largas a la primera de cambio...No sabes guardar un secreto.

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    1. Sí? o sea que no soy yo el del relato?... qué decepción!! ya me hizo sospechar que cambiases mi exclusivo Lamborghini por un Volkswagen de mierda...

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    2. !Por favor, Carlos!, ¡Este sujeto es un perdedor a tu lado!

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  2. ¡Disculpe mi torpeza,D. Julio!. Todo es fruto de mi desmedida admiración hacia su persona por ser un triunfador en todos los órdenes de la vida.
    No volverá a suceder.
    Bésole los pies.

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