la cosa está malamente

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20 abril 2017

Más fuerte que el instinto

Como sabrás, (hablo en singular, puesto que sé que no se cuentan por miles los lectores de este blog),  a mí me fascina la parte de la conducta humana que no se rige por la voluntad, eso que llamamos el instinto.

Y dentro de éste, como sabemos, el más poderoso es el de supervivencia. Seguramente son pocos los animales que son capaces de desobedecerlo. Los humanos somos uno de ellos.


Eso sí, la propensión a dejarlo de lado depende de muchas cosas: el carácter, las experiencias vitales, (o la inexperiencia), la autoconfianza, la propia fortaleza, etc.

Pero en este caso no voy a tocar la muy interesante idea de porqué algunos necesitan tener sus dosis de peligro para vivir. Aunque entiendo que siempre es un riesgo que estiman controlado o en un porcentaje asumible. Digamos que no es lo mismo si decide subir el Everest Edurne Pasaban que yo mismo.

Ya dije en una ocasión, que para mí, el auténtico valor está en aquellas acciones que se llevan a cabo cuando el resultado es incierto, (o cierto y negativo para nosotros), pero se supedita a un código moral que nos impone seguir adelante.

Como el del viandante que entra en una casa ardiendo cuando sospecha que hay gente dentro: La voluntad se superpone al instinto.

Por eso comparto con ustedes mi fascinación por las situaciones en las que se va más allá del deber, cuando una fuerza aún mayor que la propia moral salta sobre el ansia de vivir y lo hace de forma tan incosciente y arraigada en nosotros que no repara en el deber. Así pues, por esa inconsciencia, pienso que vuelve a convertirse en una especie de instinto creado por....el amor (filial, de pareja, paternal/maternal).


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Les pongo un ejemplo que no sé si conocían:


Esta historia la escuché por la radio y me llamó mucho la atención, así que me fui a completarla a internet. Y es sobre la  trágica muerte del compositor Enrique Granados en 1916.

En aquel momento estaba en el punto más alto de su fama, y su drama surgió por una serie de casualidades....... y algo más.

Entonces era un compositor famoso que iba a estrenar su última obra en París, pero con el inicio de la 1º Guerra Mundial la estrenó en Nueva York. Y para allá se fue con su esposa.

El caso es que el propio presidente de Estados Unidos le invitó a la casa Blanca, admirado por su obra, cosa que hizo que tuviera que cambiar su viaje de vuelta, y en lugar de venir en viaje directo a España, tuvo que hacer uno en dos escalas: USA-Gran Bretaña, y de Londres a España.

En Londres, su esposa y él hicieron turismo unos días hasta que salió el barco, (francés). Pero en plena guerra, eso era un gran peligro. Tal era así que un submarino alemán lo torpedeó y lo hundió.

Ourrió pues, que Enrique consiguió subirse a un bote salvavidas, pero en ese momento se dió cuenta de que su mujer había caído al mar...entonces, Enrique, que no sabía nadar, se lanzó a las aguas para salvarla o morir con su esposa, y ocurrió esto último.

Lo curioso es que, quizá marcado por el trágico final de sus padres, su hijo, no sólo aprendió a nadar, sino que años después fue campeón de España de natación, y dos de sus nietos también.

Alguien del movimiento neoromántico de entonces, tenía que tener un final coherente: tan trágico como romántico.



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