la cosa está malamente

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23 noviembre 2020

Inmigración y coste moral

 
Resultado de imagen de fronteraCuando era pequeño pensaba que las fronteras eran líneas pintadas en el suelo a lo largo de la separación entre dos países. Incluso ya mayor, me llama la atención comprobar cuando voy en un avión que esas líneas no existen, y que esas fronteras no significan nada para una cigüeña o para cualquier otra ave migratoria.

Eso me hace pensar que lo natural sería que las personas entraran o salieran de donde quisieran y cuando quisieran.

Pero las fronteras existen. Y existen porque así se ha organizado el ser humano.

En realidad, en un terreno filosófico, creo que no deberían haber fronteras, por la misma razón que pienso que lo ideal sería que existiera solo un idioma. Creo que eso favorecería la empatía y disminuiría los conflictos.

Los países existen desde muy antiguo porque las sociedades de diversos lugares geográficos se van complicando y haciendo estructuras político-administrativas. Empezaron formándose pequeños grupos que lucharían por los recursos, de ahí las guerras..., en fin, una suma de circunstancias que todos los días van conformando la historia de la humanidad. Así que estamos como estamos. Y tenemos que gestionar el presente.

El presente no tiene que ver con lo que a mí me gustaría o con cómo entiendo que debiera haber sido, sino como es.

Toda esta introducción tiene que ver con que yo también sé filosofar (burdamente, por supuesto), pero todo esto es cháchara hueca cuando tenemos un problema y hay que intentar solucionarlo sin crear otros. Y la cháchara y las florituras mentales no han solucionado nunca un problema.

Así pues, si hay dos posturas que me molestan en relación a la inmigración (y en realidad, en cualquier otro tema), son las siguientes:

  • La insensibilidad:La gente que pierde la perspectiva como si no se estuviera hablando de personas.
  • La hipocresía: La gente que quiere quedar bien, pero no asumiría las consecuencias de lo que predica.
 
Pero incluso la mayor parte de la gente así no es mala, solo que quizá no ha reflexionado lo suficiente, pero toma una postura. No me molesta esa gente.

Resultado de imagen de frontera Pero sí que hay malos llenos de odio. De odio hacia gente que suele ser más débil que ellos, a los que culpar de nuestros problemas con una repulsiva inhumanidad. También hay malos que básicamente tratan este tema como una excusa para señalar con el dedo acusador a los que no piensan como ellos. Personas a quienes no les importa difamar, llamando injustamente xenófobos a otros, con el fin de parecer moralmente superiores y así engordar su propio ego.

Este es un un tema incómodo y moralmente feo. ¡Ya me gustaría a mí que fuera agradable de tratar, y que se pudiera ser honesto, consecuente, y al mismo tiempo, que no tuviera un coste moral!. Pero no se puede tener todo.

Precisamente por incómodo, creo que nunca me había atrevido a expresar, negro sobre blanco, mi opinión, ni siquiera, a pensar mucho sobre ella. Voy a intentarlo aquí, sabiendo que precisamente por esa misma razón, nunca lo he llegado a meditar debidamente.

Vayamos primero a lo fácil: los dos extremos: a) No tener fronteras, b) Cerrarlas completamente.

Obviamente, estoy hablando de abrir o cerrar fronteras a las personas. Y lógicamente, cuando hablo de inmigración, estoy hablando de inmigración económica, pues me parece fuera de toda duda admitir refugiados que padecen serias amenazas en sus países de origen. 

Yo parto de la base de que cualquier opción que no sea la “a)”, tiene un coste moral.

Si cerráramos para las personas la frontera, tendría consecuencias económicas positivas y negativas, pero sobre todo morales, pues le negaríamos a mucha gente eso tan humano que es la oportunidad de intentar mejorar su situación. Obviamente, todos deseamos vivir mejor.

Como el del cierre total no es un escenario realista hoy en dia ni lo defiende nadie, lo obviaré.

Pasemos en una situación en la que se abren completamente las fronteras.

Resulta fácil adivinar las consecuencias. Somos frontera con África y aquí hay un nivel de vida y de protección social suficientemente atractivo para que millones de africanos deseasen venir, (y asiáticos y latinoamericanos).

Hasta aquí creo que no hay nadie que lo discuta. A partir de aquí, habrá que elegir entre decir la verdad o quedar bien.

Las personas que llegan, lógicamente, en su mayoría no pueden entrar de forma rápida en el mercado laboral. Las razones son múltiples. No conocen el idioma, la mayoría carecen de titulación, y los que la tienen, no está homologada. Tampoco hay ofertas de trabajo suficientes para tal cantidad de gente.

Dicho de otra manera: son demandantes de servicios sociales.

Necesitan desde el primer día alojamiento, alimento, ropa, etc. Y el resto de su tiempo de estancia, necesitarían además, formación, asistencia médica...

Los que consigan empleo, en la mayor parte de las ocasiones, precisamente por lo que antes decía, serán personas de pocos ingresos. Difícilmente van a ser contribuyentes netos al sistema. Quizá sus hijos sí, pero hay que asumir primero a toda una generación.

Y como decíamos, hablamos de millones de personas.

En otras palabras: las necesidades serían infinitas, pero los recursos, limitados.

De esto sólo se deriva una obviedad: es sencillamente insostenible para cualquier país. 

Y si alguien dice lo contrario, simplemente está faltando a la verdad y al más elemental sentido común.

Sabiendo que estas personas son demandantes netos de recursos, es de perogrullo decir que cada persona que entra, (por una simple división matemática), supone una minoración de los recursos para los residentes.

Ahora vienen las preguntas incómodas: las personas trabajadoras, y especialmente, las de baja cualificación, ¿Cuánto nivel de competencia para conseguir empleo, les parece aceptable?, si tienes trabajo seguro, ¿cuánto  estás dispuesto a ceder de tu sueldo para destinarlo a la atención a los inmigrantes?, ¿cuánto está dispuesta cada persona a reducir su nivel de servicios públicos para destinarlo a estas personas?, los contribuyentes en general, ¿hasta qué nivel de subidas de impuestos estamos dispuestos a pagar para destinarlo a este fin?.

Quien diga que esto no tiene un coste que todos asumiríamos, nos miente. Quien diga que hay que admitir a todos sin estar dispuesto a reducir su nivel de vida, es un hipócrita.
 
Voy más allá. Podría llegar a haber tal nivel de necesidad, que aquel ciudadano que no esté dispuesto a compartirlo todo, absolutamente todo, con los inmigrantes, y  sea intelectualmente honesto, ha de asumir su parte de coste moral por trazar una línea en el suelo a partir de la cual le está dicendo a alguien que desea entrar: "¡usted, NO!”
Mantenga la distancia social en la línea de espera amarilla adjunta en el  suelo. prespectiva de los pies de una persona. | Foto Premium


 


2 comentarios:

  1. Hola, Adolfo. Cuanto tiempo sin pisar tu árida tierra de sueño americano, el legendario far west.

    Me ha gustado tu escrito, no lo comparto, pero valoro sinceramente que des tu visión y sea argumentada.

    La polarización de las ideas, sin desdeñar que pudiera haber casos en los que sea legítimo, suele llevar al erróneo espacio en el que campan los extremismos. Desgraciadamente, vivimos en una sociedad en la que todo es amor o se odia, por lo que entiendo que el planteamiento que realizas venga infundado por hechos que puedes ver en tu entorno. Pero en mi concepción de la problemática que sufrimos en Canarias, no hay planteamiento para una inmigración indiscriminada per se.

    Si bien es cierto que las fronteras -nos guste o no- son líneas que delimitan, como afirmas un espacio terrestre, que haya una entrada mayor a lo "habitual" (los motivos y la connivencia del estado marroquí sería otro tema de debate...) no debería llevarnos a temer por perder nuestro estado de bienestar, ni mucho menos. Me explico, según datos de 11/2020 a Canarias habrían entrado en torno a 16.000 inmigrantes, siendo en su mayoría derivados a península, no sabría decir con exactitud números, sobre una población de 2.175.952​ habitantes. Ahora te pregunto, desde el respeto que me profesa su persona: haciendo esta aproximación inicial básica, ¿sigues considerando que tu escrito es infundado o alarmismo extremo? Canarias cuenta con unas infraestucturas para ¡13 millones de turistas!, que por desgraciadas razones no están siendo utilizadas.

    En esta línea, podríamos hablar largo y tendido de lo que la musculatura de un estado puede o no soportar, pero francamente me pregunto si estas cortinas de humo son incluso orquestadas, desde luego se demuestra que se les saca mucho partido.

    - ¿Leíste en noviembre 2020 declaraciones del presidente de la CEOE de Tenerife en las que comparaba a los inmigrantes con terroristas?
    - No se cuantas veces he leído como comparan Canarias con Lampedusa: unos datos para reflexionar, Lampedusa tiene 20km cuadrados y unos 5.600 habitantes. HAN RECIBIDO 47.000 emigrantes. Lesbos tiene unos 11.000 habitantes y es casi como La Palma....
    - Otra cuestión para reflexionar, la pobreza infantil en Canarias según un estudio que leí el pasado año (es fácil de encontrar googleando) alcanza el 40% de los niños de Canarias. Esta semana y la pasada he visto varias manifestaciones en contra de los inmigrantes y la delincuencia, aún espero alguna desde hace años para que se ponga remedio a la pobreza infantil y la educación.

    Querido Adolfo, discúlpame de corazón por el tostón, es un tema que me pone de mal humor y me hace sentir mal con el género humano. Podría estar hablando de esto horas, me interesa y suelo leer bastante sobre ello. Por lo cuando se banaliza sobre este asunto, es algo que me siento en la obligación de tomar partido.

    Un abrazo.

    Quique R.

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    1. Querido Enrique, me alegro de saber de ti, estemos o no de acuerdo.

      Es claro que las cusas de movilización popular son muy discutibles en ocasiones. Ciertamente.

      En este caso, realmente lo que quería, es profundizar un poco en este tema que creo que va más allá de un caso particular como el de Canarias, (que también podríamos debatir).

      Por ejemplo, porque el hecho de las famosas pateras solo son la parte más llamativa del problema, pero no es la mayor fuente de inmigración irregular, y tampoco me parece que podamos quedarnos con los números actuales puesto que, precisamente, si no hubiera restricciones fronterizas, sería muchísimo más alto (todos los días aterrizarían aviones y llegarían barcos, ¿porqué no?). Y lo de que la mayoría deseen otros destinos como la península o Europa, creo que no entra en las consecuencias indeseadas del fenómeno, solo es trasladar el problema a otros.

      Coincido contigo en que es terreno abonado para toda clase de demagogos (de ambos lados), a quienes solo les interesa, por cuanto pueden utilizarlo para conseguir aplausos y votos fáciles.

      Tú y yo coincidimos en que la culpabilización del inmigrante, por el hecho de serlo, es repulsivo, pero quise ir más allá al denunciar la ligereza, cuando no la hipocresía de quienes buscan ponerse alguna medalla de campeones de la solidaridad con esto, ya que como digo, nada es gratis, y esto tampoco.

      Quería explorar hasta dónde estaría dispuesto a llegar alguien que lleva la pancarta de "nadie es ilegal", si llegara al convencimiento de que los aspectos negativos del fenómeno no los va a pagar otro. Que va a tener un coste personal. ¿Qué nivel de sacrificio propio estaría dispuesto a asumir cada uno de ellos?

      Y que si el nivel de renuncia no es absoluto, estás poniendo algún límite, alguna cuota, y eso tiene un coste moral.

      Es un asunto que tiene un montón de aristas Pero aquí quise tocar éste.

      Con usted debatiría de los misterios de la existencia con tal de tener algo en común.

      ¡Abrazos!

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Agradecería mucho que hicieras comentarios con toda libertad. Me encantaría aprender de otros puntos de vista.