la cosa está malamente

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10 junio 2021

Identidad


Recuerdo haber visto, hace muchos años, un capítulo de la serie "el príncipe de Bel air". En un momento dado el protagonista le dice a otro personaje: "Eres negro, no lo olvides". Era como una frase de orgullo, de autoafirmación, y me pareció muy extraño.

Bien es cierto que no conozco las claves de la sociedad norteamericana, pero trasladándome aquí, la verdad es que no lo entiendo.

¿Qué quería decir? ¿Es que debe un negro portarse de alguna manera determinada?, ¿entender la vida de alguna forma?, ¿Quién la decide?, ¿y si no coincide con la forma de ser del individuo aludido? 

La palabra “identidad” es uno de estos conceptos que no son en sí, ni buenos ni malos, sino que todo depende de cómo se utiliza. Pero he de reconocer que cada vez que la oigo me pongo en guardia. 

La explicación es esta: me parece lamentable que se le haya dado a esta palabra una especie de valor mágico, o peor aún, la identidad que por azar te toque, te convierte en alguien mejor o peor, o con unos derechos u otros.

Estamos acostumbrados oír hablar de "identidad" a todo político con toques nacionalistas y/o populistas. Así siempre se basan en atribuir una más elevada categoría personal a las personas de esa nación o identidad, frente a los menos virtuosos súbditos o sujetos de las otras, especialmente de aquellas a las que se confronta.

Resulta que todos tenemos claro que se ha hecho un uso negativo de las identidades a lo largo de la historia, y eso han provocado guerras, racismo, machismo y otras lacras. 

Por eso, parece lógico pensar que que habría que enviar al trastero de la historia esa palabra, pero lejos de ello, parece que su uso se ha disparado hoy en día, y se aplica la “identidad” a muchos otros temas y sentidos. Y lo que es más llamativo, se hace desde una perspectiva que se autodenomina “progresista”.

Ahora parece que todo está en función de la dichosa palabrita, y que no solo los individuos deben portarse en función de la identidad que te otorgó el destino,  sino que la entidad se convierte en un elemento para diseñar las políticas públicas.

Así pues, ya no debemos pensar que todos debemos aspirar a considerarnos iguales, sino que tus derechos y deberes deben estar en función de tu "identidad".

Ahora no es importante quién eres como individuo, ni lo que haces, sino la/s identidades que tengas. Hombre/mujer, hetero/homosexual, blanco/minoría, de aquí o de allá.

Se elimina el principio de igualdad. Volvemos a la edad media. Dicho de otra manera: ya no importa qué se hace, sino quién lo hace.

Me parece un retroceso absoluto que elementos que son meras características personales se conviertan en fuente de derechos dispares.

Entiendo que es propio de políticos populistas que buscan más una foto que la justicia. Y pienso: ¿No sería mejor convertir todos esas categorías en una sola, la de “ciudadanos”?

 



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